Fundación Tesãi advierte que la pornografía atonta el cerebro

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Esta adicción afecta la vida personal, familiar y laboral causando niebla cerebral.

Los especialistas del Hospital del Área 2 advierten que a consecuencia de ello han aumentado los casos de depresión, disfunción eréctil, ansiedad, falta de concentración y trastornos de aprendizaje, literalmente es “como si el cerebro se derritiera”, señalan los expertos. 

La pornografía altera y modifica la estructura del cerebro por una mayor descarga de dopamina, afectando la capacidad de atención, motivación y fuerza de voluntad.

El cerebro cambia tanto estructuralmente como químicamente, y esto se expresa a través de síntomas de ansiedad, estrés, dificultad para concentrarse en determinadas tareas, temor a tomar decisiones, cambios rápidos de humor sin razón aparente, falta de motivación, apatía, menos ganas de socializar, depresión, tendencia a la procrastinación y una sensación de estancamiento en la vida.

Las personas que ven mucha pornografía tienen poca habilidad de controlar sus impulsos, hay tres regiones concretas en el cerebro que se activan tras consumir contenidos sexuales: la amígdala, el cuerpo estriado y la corteza cingulada anterior, encargada del control ejecutivo y emocional.

El consumo de pornografía reduce las conexiones nerviosas a nivel cerebral. El cerebro se vuelve vago e incluso se reducen determinadas áreas.

Consecuencias a nivel afectivo y espiritual 

Aislamiento: La persona se va encerrando en sí misma. Tiene dificultad para compartir con los demás su comportamiento de consumo, especialmente con su pareja. El aislamiento refuerza su refugio en la pornografía por comodidad y consuelo. Los problemas psicológicos van siendo cada vez más relevantes.

Pérdida de interés por las relaciones sociales y de pareja: La ficción y las fantasías pornográficas terminan haciendo que la persona pierda interés por la realidad. La visión distorsionada de la sexualidad genera una pérdida de satisfacción respecto al aspecto físico de su pareja y al desempeño sexual.

Se valoran en menor medida la monogamia y el matrimonio, siendo más propensos a la infidelidad con sus parejas.

Se distorsiona de manera global la imagen de los hombres y las mujeres al reducirlos a meros objetos sexuales.

La satisfacción sexual se va reduciendo a medida que el consumo continúa, incluso se puede llegar a una ausencia total de relaciones sexuales. La persona se refugia en el mundo virtual de la pornografía.

 

Disfunción sexual 

A largo plazo, la pornografía parece crear disfunciones sexuales, especialmente la incapacidad de lograr una erección o un orgasmo con una pareja en la vida real. La calidad conyugal y el compromiso con la pareja romántica también parecen estar comprometidos

Las repercusiones de la pornografía no terminan ahí, ya que los cambios en la transmisión de dopamina pueden facilitar la depresión y la ansiedad. Los consumidores de material porno reportan mayores síntomas depresivos, menor calidad de vida y una peor salud mental en comparación con quienes no ven pornografía. 

Los consumidores compulsivos de porno descubren que quieren y necesitan más pornografía, aunque no necesariamente la disfruten. La pornografía distorsiona la mente de sus usuarios, afecta su visión y búsqueda del sexo.

La adicción a la pornografía es peor que las drogas o que la obesidad. Mientras las drogas pueden provocar una sobredosis y el estómago tarde o temprano se llena, la lujuria nunca se satisface.

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