Escribe: Luis Alen.
El Gobierno cartista mantiene invariable la amistad de casi 70 años del Paraguay con la República de China (Taiwán), en clara aceptación del objetivo de Estados Unidos de frenar el avance de China Popular en América Latina, como lo acaba de reafirmar Santi Peña en la ONU, al volver a insistir el jefe de Estado en la inclusión de la isla asiática en el sistema de Naciones Unidas, donde puede dar invalorables aportes a la comunidad internacional por sus valores democráticos y su desarrollo tecnológico.
Pero la confirmación de una política exterior deseada por los norteamericanos, no significa una plena sintonía con Washington en política interior, como lo demuestra la no devolución de la gentileza por parte de Joe Biden, al excluir a nuestro país de la APEP (Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas)
Algo no anda bien en la relación con la potencia norteamericana, para que nuestro país no sea incluido en este foro de países enfocados en la prosperidad económica con vocación democrática. que ha sido sin embargo el lenguaje más usado por Santi en su discurso ante las Naciones Unidas y en la reunión mantenida con Joe Biden.
La cita con Biden fue netamente protocolar, como parte de la presencia de ambos jefes de Estado en la Cumbre del Futuro, auspiciada por la ONU. La entrevista, no obstante, se concreta en un momento crucial para las relaciones entre ambos países, cuando el Paraguay se reafirma como “aliado estratégico” de Estados Unidos, especialmente para atraer a más empresas norteamericanas que inviertan en la economía nacional, después de haber recibido el tan ansiado “grado de inversión”, que ahora deberá promover más radicaciones de capitales que creen empleos de calidad y aumenten así los ingresos de la población paraguaya.
Pero se nota que el Gobierno de Santi deberá cumplir con más deberes que le hacen falta para llegar a tener la plena confianza de Biden, que ya se va en enero pero tendrá mucha continuidad de su política en el caso que gane la elección de noviembre su vicepresidenta Kamala Harris. En el caso de Donald Trump, está por verse si proseguirá observando de cerca el proceso paraguayo y si le otorga o no la “credencial democrática” al cartismo, que detenta hoy el poder, legal y fáctico, del Paraguay.
Apoyo a Taiwán y su contrapartida
No por reiterativo se vuelve menos valioso el apoyo de Paraguay a Taiwán en las Naciones Unidas, a través del propio presidente Santiago Peña, quien le agregó la palabra exacta a la ausencia forzada e indefinida de la República de China del organismo internacional, al calificar de “injusta” la exclusión de Taipei que se dio con la apertura de Washington hacia Beijing en la década de 1970.
Pero siempre que se expresa el apoyo a Taiwán, más aún de parte de un gobierno colorado, existe el peligro que sólo se extienda la mano para seguir aplicando una “diplomacia de la chequera” con el Gobierno isleño, sin que se priorice un plan de desarrollo donde prime la inversión en industrias de alta tecnología que consigan el pleno empleo en nuestra República, aprovechando la abundante energía eléctrica que se malvende a los países vecinos en la actualidad.
Es innegable el apoyo de Taiwán a nuestro desarrollo en las últimas siete décadas, desde todo punto de vista, pero al final todo depende de la misma capacidad del gobierno nacional para reorientar los recursos y la cooperación taiwanesa de forma tal que financien un crecimiento sostenible en el tiempo, para conseguir un cambio fundamental en la matriz productiva, para pasar de una economía agraria a otra industrial basada en la energía eléctrica generada a partir de fuente renovable.
La opción por Taiwán en el ámbito internacional, desechando una relación con China continental, es cierto que involucra una alineación con Estados Unidos, pero posee sus desventajas a la hora de plantear un relacionamiento comercial que puede resultar beneficioso con el gigante asiático.
De allí que, con más razón, el Paraguay debe tratar de obtener mejores resultados económicos en su alianza con Taiwán, con un claro acento en la atracción de más inversiones de la alta tecnología en chips y microprocesadores que son actualmente la “joya” en poder de los chinos nacionalistas de la isla del Pacífico.
En el discurso de Santi Peña ante la asamblea de la ONU, después de demostrar también su cercanía a Estados Unidos con el rechazo a la invasión rusa a Ucrania, el apoyo a Israel en su lucha con sus vecinos palestinos y la condena al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, el Paraguay volvió a afirmar que su relación con Taiwán “se funda en los valores compartidos de democracia, Estado de Derecho y libre comercio”, con lo cual se marca una línea definida que traza una frontera ideológica infranqueable con el régimen de Beijing.
La democracia interior
Peña subrayó en Nueva York que los valores democráticos también orientan al régimen cartista a nivel interno del Paraguay, con el mantenimiento del diálogo con la oposición, tal como ocurrió en la conversación con los senadores opositores antes de su viaje a Estados Unidos.
Pero su alocución en Naciones Unidas y el encuentro con Biden se dieron en simultáneo con la actual “caza de brujas” de la comisión bicameral que apunta a pedir cuentas del manejo de fondos por parte de organizaciones de la sociedad civil que reciben el apoyo de la USAID, la agencia norteamericana de desarrollo, y que supuestamente apuntan a fomentar una oposición sólida contra el hombre fuerte Horacio Cartes.
Este organismo es el brazo ejecutor de Washington para programas que tienen la iniciativa primordial de luchar contra la corrupción, el crimen organizado y la impunidad que acarrea la falta de independencia judicial, como objetivos innegociables de la potencia mundial de cara a conseguir la vigencia plena de la democracia en los países aliados como el Paraguay, como una especie de condición ineludible para la prosperidad económica.
El senador cartista Gustavo Leite, miembro de la comisión bicameral, le recordó hace unos días a Estados Unidos que el Paraguay resulta un “fiel aliado” que requiere la reciprocidad de Washington como retribución a la relación continuada con Taiwán, frente a la pretensión de China comunista de cerrar la última embajada taiwanesa situada en Sudamérica, que es la de Asunción.
Lo dijo Leite a propósito de las preguntas periodísticas sobre su insistencia en hurgar en las Oenegés que reciben apoyo financiero de la USAID, para conocer de primera mano el supuesto aporte de Estados Unidos a la oposición anticartista.
Con esta atrevida apuesta ordenada con seguridad desde el Quincho de la calle España, de arremeter contra los intereses de Estados Unidos en nuestro país, la “alianza estratégica” queda así en un “stand-by” forzoso, y menos aún habrá la posibilidad de conseguir que Joe Biden le incluya a Paraguay en la “Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas” (APEP), donde están presentes países latinoamericanos que no mantienen relaciones con Taiwán pero sí tienen fluidos intercambios tanto diplomáticos como comerciales con la República Popular de China continental.
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